Si el Diablito del Cabildo hablara sobre los vientos de libertad ¿qué nos diría?

Especiales - Mirando pa' dentro 25 de mayo de 2017 Por Alejandra Vittar
Los invito a compartir un texto que hace referencia a este momento histórico que vivimos los seres humanos, y en especial los argentinos y latinoamericanos.
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Cabildo Histórico.

Cuántos avances y retrocesos desde el 25 de mayo de 1810 hasta hoy, y esto del “primer grito de libertad”. Estoy convencida de que hubo muchos gritos de libertad  antes y después de esa fecha, pero la libertad, hoy, se debe conquistar desde una nueva mirada.

Para ello  recomiendo leer El fin de la prehistoria. Un camino hacia la libertad, de Tomás Hirsch, con prólogo de Evo Morales. En la segunda parte del libro, se habla de la transformación social y uno de sus temas, que me parece oportuno que tratemos, es el de Determinismo y libertad.

El marxismo concibió al proceso humano como el resultado de fuerzas evolutivas mecánicas y deterministas (y por ello, abordaron la realidad social desde una óptica que definían como “científica”). Para esa visión, tan propia del paisaje cultural europeo del siglo XIX, el ser humano (la mente humana) era un simple reflejo de aquella gran dinámica procesal y, como tal, un fenómeno secundario y periférico.

Pues bien, aunque respetamos profundamente los intentos de dicha corriente por transformar a la sociedad, para corregir las escandalosas desigualdades que incubaba en su interior, no podemos cerrar los ojos ante la visión de millares de vidas individuales sacrificadas entre los fríos engranajes de aquella maquinaria gigantesca, tal como lo mostró el gran cineasta inglés Charles Chaplin en una de sus películas. Esa monstruosa masacre sólo pudo ser posible por la posición secundaria en la que se había ubicado al ser humano y por la grotesca cosificación a la que se lo sometió.

A su vez, el neoliberalismo, que también tiene su origen en el mismo ambiente cultural, ve a la sociedad como un ecosistema natural más y al ser humano, condicionado por impulsos instintivos ineludibles. Es una mirada zoológica que también naturaliza al ser humano y ya hemos descrito extensamente el silencioso y atroz exterminio que se deriva de ella, al imponer la cruda supervivencia individual como único criterio de validación social. 

Entre la mecánica y la zoología, lo humano como interioridad no aparece por ninguna parte (¿habrá que inventar en el futuro una nueva ciencia, la humanología?). Tanto las utopías totalitarias de comienzos del siglo XX, como la antiutopía de comienzos del siglo XXI objetivan al ser humano, porque le niegan ese atributo esencial para definirlo como tal: la libertad. 

Si la subjetividad es simple reflejo de las condiciones objetivas, o respuesta refleja a los apremios de un medio hostil, entonces la libertad no es más que una palabra vacía. Los extremos se unen por su base. 

Digamos entonces que -para sorpresa de algunos- no tenemos ningún problema con uno u otro “modelo”, entendidos como artilugios técnicos para resolver determinados problemas sociales; pero sí los tenemos con las ideologías que esos modelos llevan de contrabando, porque ellas se convierten en los fundamentos teológicos de unos pocos, para ocultar lo humano y, de ese modo, ejercer un dominio ilegítimo sobre el conjunto. Es aquí donde está la raíz de toda violencia y de todo sufrimiento, tanto individual como social. 

En realidad, somos felices cuando podemos ser libres y, al contrario, nos hundimos en el sinsentido y el absurdo cuando nuestra libertad se ve reprimida por la fuerza o, peor aún, negada por alguna forma de manipulación ideológica. Es por ello que, por ejemplo, nos rebelamos contra la muerte, esa gran negadora.

Para el Nuevo Humanismo, el núcleo de la dignidad humana está en su libertad. Por cierto, no estamos hablando de la “libertad” para comprar uno u otro refrigerador sino  del derecho a afirmar o negar las condiciones en las que nos toca vivir y del derecho a desplegar actos intencionales para cambiar dichas condiciones.

Desde esta mirada, no es necesario esperar que se cumpla ninguna condición objetiva para actuar: sólo depende de lo que estén creyendo (o descreyendo) los pueblos en un momento dado. 

Entonces, se vuelve central la pregunta sobre qué es lo que quieren los seres humanos del futuro, esto es, las nuevas generaciones. Nos imaginamos que, sobre todo, quieren ser sujetos y no objetos de la historia, que es lo mismo que decir: quieren ser libres. Porque no parece haber una gran diferencia entre estar atrapados por una naturaleza humana o por una mecánica histórica. ¿Qué prefiere: horca o fusilamiento? 

Salir del campo de la necesidad al campo de la libertad, por medio de las revoluciones, es el imperativo de esta época en que el ser humano ha quedado clausurado. 

Sin duda que la revolución más importante hoy día es humana, más que política o social, porque ya conocemos los horrores que resultan de una concepción errada (interesada o no) de lo humano. Humanizarse significa tomar conciencia de la propia libertad y ponerla en marcha en una dirección transformadora del mundo. Y si el ser humano no asume su papel protagónico en la historia, ésta tiende a comportarse como un sistema natural afecto a la entropía, que es lo que está sucediendo hoy. El determinismo de lo natural está presente en el darwinismo del actual modelo. El determinismo histórico, en la mecánica de la desestructuración. Esos condicionamientos sólo podrán superarse por la vía del despertar intencional de los individuos y los pueblos, lo que sucederá exactamente en el momento en que dejemos de creer que somos lo que no somos: piezas de una gran máquina o animales bípedos en lucha por la supervivencia. 

Al final de cualquier análisis se llega siempre a lo mismo: los seres humanos somos unos eternos rebeldes y cuando esa rebeldía desaparece, como acontece en el mundo de hoy, lo humano se diluye. Nos rebelamos contra todo aquello que nos niegue y rechazamos cualquier forma de determinación que pretenda forzarnos a obedecer, ya sea la naturaleza, el dolor, la muerte, los dioses o, con mayor convicción aún, los otros seres humanos.

¿Cómo es que hemos podido tragarnos, durante tanto tiempo, estos trucos de prestidigitadores baratos para encubrir lo humano y sofocar la rebelión? 

Si logramos sobrepasar este momento oscuro que nos toca vivir, será porque se habrá instalado a la libertad como centro de la vida social. Entonces, surgirá una ética de la libertad, una psicología de la libertad, una economía de la libertad, una organización política de la libertad, una religión de la libertad, un arte de la libertad y ningún determinismo ni naturaleza podrá esgrimirse para detener ese despliegue.

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