Casino: incumplimiento de leyes laborales y despidos constantes

En 2014 la empresa Enjasa se dividió en varios operadores de juego de azar. Desde entonces los conflictos emergieron desde todos los sectores.
Al realizar la transferencia de la licencia, quedaron desprotegidos cerca de 200 trabajadores de Video Drome que pertenecían a la vieja Enjasa. De estos empleados, actualmente solo quedan no más de 7.
Carlos Morales, titular del Sindicato de Trabajadores de Juegos de Azar (Aleara) aseguró que la empresa los obliga a renunciar al gremio, desprotegiéndolos totalmente.
Por su parte, los trabajadores despedidos del casino que pertenecen a la empresa Video Drome, aseguran que les inventan causas y nos les pagan indemnización.
"Antes entrabamos a horario y podíamos cambiarnos en el trabajo. Actualmente, para hacer esto debemos venir media hora antes de nuestro ingreso, ya que al marcar el ingreso debemos estar cambiados. Compañeros nuestros fueron despedidos por marcar el ingreso 5 minutos tarde", aseguró una trabajadora.
Pésimas condiciones
Perder el trabajo no es el peor de los castigos, ya que es el inicio de un suplicio para los ex trabajadores. Al ser despedidos "con causa" (aquella inventada), la empresa no le paga indemnización, ahorrándose cientos de miles de pesos, ya que los "echados" son trabajadores, en su mayoría, que hace más de 10 años que están en la empresa.
Si esto fuese poco, se supo que por cada 20 despedidos la empresa contrata uno y les exige a quienes continúan trabajando que cumplan con su trabajo pero que también "hagan un esfuerzo colaborando con la empresa" y también hagan lo que hacían los despedidos.
De esta manera, el trabajo y estress es mayor, sumado a la sensación de "caminar por el abismo" para no perder el trabajo. A todo esto se le debe sumar que, históricamente, el casino nunca pagó nocturnidad a sus trabajadores, incumpliendo con la ley. Además, también desde siempre, por política interna el Casino rota semanalmente los horarios de los trabajadores, produciendo graves trastornos físicos y psicológicos a sus empleados, quienes también por esta característica del empleo, no pueden estudiar, realizar cursos, o cualquier tipo de actividad que requiera de un mínimo de estabilidad horaria.
Es esto último quizá el ingrediente esencial en el guiso del canalla. Usan a una persona durante 10 o más años (por lo general los contratan entre los 20 y los 25), no les pagan lo suficiente ni lo que debieran, además no les permiten crecer profesionalmente y cuando el número de años trabajados comienza a ser "peligroso" en términos contables, los echan como perros sin reconocimiento alguno.