La oxitocina es un terreno de Lucha Política

Especiales - Tetas en Revolución 14 de marzo de 2017 Por José Luis Omaña (*)
En los últimos 30 años, la explotación de la afectividad ha sido una de las herramientas más utilizadas por las corporaciones. Las empresas promocionan un supuesto valor afectivo de sus mercancías: que ellas nos toquen afectivamente, nos complementen, nos hagan pensar, nos hagan amar y, sobre todo, nos hagan sentirnos amados.
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Los ideólogos del marketing lo tienen claro, como Marcelo Ghio, que habla de “Oxitobrands”:

“… Si en la actualidad humanizamos las marcas, les damos una personalidad, entonces a las marcas les corresponden las generales de la ley de las relaciones entre personas. Hay estudios desde hace muchísimo tiempo sobre el rol de la oxitocina en las relaciones humanas. La oxitocina genera un vínculo empático y genera confianza y afectividad, y sostiene la lealtad a lo largo del tiempo, valores y atributos fundamentales en la construcción de un cuerpo de marca”.

La oxitocina es un terreno de lucha política. Acaso uno de los más importantes. La economía afectiva, con la humanización de sus mercancías, utiliza para su beneficio el poder relacional de la “hormona de la vida”, como la llama la abuela doula Maritza Torres.

Las farmacéuticas y la clínica la utilizan desde 1953, en una versión sintética: pitocín. En Venezuela forma parte de los procesos medicalizados de nacimiento, sobre todo en hospitales públicos (porque en las clínicas privadas reinan las cesáreas), y llevan a la anulación del cuerpo de la mujer, disminuida a ser un agente pasivo de su propio proceso de dar a luz.

Frente al fármaco-control de la oxitocina humana, sustituida durante el parto por pitocín y durante la crianza por las fórmulas lactificadas, el amamantamiento humano permite la autogestión de la oxitocina propia. Pero esto sólo es posible si se trasciende la hegemonía de lo fálico, y si se está dispuesto a vivir en las fronteras del género. Durante el parto y el amamantamiento se libera un placer activado por drogas sin patentes, plenamente humanas. El cuerpo se transforma en un cosmos multi y poliorgásmico sin temporalidad. Visto así, el amamantamiento y el parto son tecnologías de autogestión de la vida y el placer.

La dimensión política del amamantamiento nos permite trascender la lectura rosa o liberal del cuidado de la vida. Nos permite pensar el amamantamiento como un acto de soberanía. También nos permite ubicarnos del lado de la reivindicación ecofeminista del trabajo histórico de las mujeres como sostenedoras de la vida.

En ese esfuerzo, invisibilizado y reducido a la esclavitud, está el germen de una posible revolución hormonal de las subjetividades: la revolución de la oxitocina, entendida como una hormona política. Una revolución que comienza con asumir la corresponsabilidad social del cuidado de la vida y, por ende, con otras maneras de concebir y ejercer el placer y el propio cuerpo.

Fuente: tetasenrevolucion.wordpress.com

(*) Integrante del colectivo venezolano Tetas en Revolución.

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