Adultocentrismo, relación de Poder

Reprimimos estas necesidades naturales, ignorándolas o, en el mejor de los casos, sencillamente creyendo que no son importantes, o bien, en el peor de los casos, dándoles "una nalgada a tiempo". Y así, sin darnos cuenta, hemos estado reproduciendo relaciones de Poder y maltrato hacia los niños, las niñas y adolescentes, relaciones muy dañinas aunque a simple vista no se vean.
Dina Krauskopf define el adultocentrismo como una categoría moderna, que hace referencia a la relación asimétrica o desigual de poder entre adultos y niños. Es, en otras palabras, una manera de ver el mundo y de relacionarse en un universo de valores y símbolos propios del patriarcado, donde vemos a los niños como inferiores y subordinados.
Estas relaciones pueden observarse en las escuelas, con hermanos mayores, los padres, abuelos, tías; sin embargo hoy colocamos el foco en las personas ajenas, pero tan cercanas como no imaginamos: la que nos topamos al ir al mercadito, en la cola, en la camioneta o el metro.
Basta con registrar en la memoria cómo es salir un día a la calle con la cría en brazos: empieza a llorar o a molestarse por el ruido, calor o hambre y las caras en modo automático voltean a ver esperando que la mano de la mamá se clave en la nalga de ese bebé ¡vaya, que si no, hará lo que le dé la gana cuando sea adulto!
Cuando mamá, papá o cualquier miembro de la familia sale con un bebé, no solo entra en juego su propia visión adultocentrista a la hora de abordar una situación de rabieta, hambre o sueño de la cría, sino que además recae toda la presión social sobre ese adulto cuidador, para que limite o reprima esas situaciones. Incluso, más de uno puede lanzar la primera piedra si no ha sentido incomodidad y hasta rabia cuando alguien con un niño se sienta al lado.
No nos damos cuenta que, como sociedad, hacemos más difícil de lo que ya es el trabajo de criar, pero además criar con amor que no es lo mismo que solo criar, porque una madre o cuidador que esté presionado, incómodo, dando tumbos y, encima solo recibiendo señales de antipatía, sólo desencadena estrés, que sale por el tubo de escape que los adultos hemos encontrado por excelencia: los niños.
Ha llegado la hora de reflexionar sobre cómo nos sostenemos unos a otros y, sobre todo, cómo los adultos estamos acompañando y orientando a los más pequeños.
Es hora de practicar con los niños el amor, la democracia, la comprensión y la solidaridad, porque ahí, en ese niño tenemos la oportunidad de dejar florecer la mujer y el hombre nuevos, o la sociedad violenta que tanto nos aplasta hoy día.
Fuente: tetasenrevolucion.wordpress.com
(*) Integrante del colectivo venezolano Tetas en Revolución.